Ayes Tortosa

Fortuna y Gloria

En “Bailad, bailad malditos”, la mítica película, interpretada por Jane Fonda, se narra una historia existencialista, desgarradora y opresiva. Trata de un concurso de baile por parejas en el que los ganadores serán los que más tiempo aguanten danzando sin parar, al son de una música variada. El gran truco de la película es que a un comienzo alegre, festivo y desenfadado, le sigue una verdadera tragedia, hay bailarines que caen exhaustos en la pista y son retirados como fardos, incluso uno de los participantes se suicida. Dos motivos principales alientan a los concursantes: fama y dinero.

“Fortuna y gloria” le contesta Indiana Jones a sus compañeros de aventuras cuando en el “Templo Maldito” le preguntan qué persigue la gente que desea obtener las famosas piedras shankara, que dan fuerza a la terrible y poderosa Kali, esposa de Shiva. Kali según la mitología india es la diosa de la destrucción; en su honor solían estrangular los thugs (tribu de adoradores) a sus víctimas. En la película de Lucas y Spielberg el rito a la diosa consiste en la celebración de una especie de misa negra; en ella después de darle a beber la sangre oscura y alucinógena de la diosa, se le arranca el corazón a una pobre víctima y, todavía viva por diabólico conjuro, es arrojada al fuego de un volcán.

“Fortuna y gloria”. Con sus eternas preguntas los niños nos ponen continuamente contra las cuerdas, y nos hacen reflexionar sobre cuestiones aparentemente triviales pero que ocultan, sin que ellos lo sepan, colmillos envenenados. Mi hijo me preguntó: “Mamá, ¿a ti te gustaría ser famosa?”. ¿Qué contestar a un niño de diez años empapado en los valores de esta época? Quizás la respuesta es tan sencilla como esas adivinanzas tipo: “Oro parece, plata no es, ¿qué es?”. “Famosa, pero ¿por qué?” En ese “Por qué” podría estar la respuesta: famosa, ¿por descubrir la penicilina?, ¿por ganar una prueba de maratón?, ¿por haber sido la primera mujer en pisar la luna?, ¿por curar a los leprosos de Calcuta?, ¿por haber dedicado cincuenta años de la vida a enseñar a leer y a escribir a unos mocosos?, ¿por haber clavado un piolet en la cima más alta de la tierra?, ¿por asumir mi anonimato sin necesidad de tener que contarle al psicoanalista que nadie me valora lo suficiente?… O, ¿por haber descuartizado a cien personas y haberlas enterrado en el jardín?, ¿por robar un furgón blindado, con trescientos millones de pesetas?, ¿por haberme acostado con el Conde Lecquio?, ¿por ser la inoperante hija de una folklórica?, ¿por casarme en terceras nupcias con un aristócrata grosero y meón?, ¿por dilapidar la inmensa fortuna de papá?, ¿por ser una cortesana de lujo que va por ahí descabezando ministros?, ¿por haber vegetado durante tres meses en la casa de “Gran Hermano”, frente a las cámaras de televisión, danzando al son de la vulgaridad y de la nada, como en el baile de los malditos?

Famosos y “famosos”, no son lo mismo. Que la diosa Kali acoja a estos últimos en su seno. “Fortuna y gloria”.

Periódico Ideal – (Viernes, 28 de Julio de 2000)

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